Lo primero que hemos de hacer para ser buenos cristianos es procurar vivir en gracia de Dios, evitando para ello todo pecado mortal; y como queremos amar a Dios sobre todas las cosas, trataremos incluso de evitar todo pecado venial.
La práctica de algunos actos de piedad nos llevara, sin darnos cuenta, a tener una vida contemplativa en medio de los quehaceres ordinarios. Un plan de vida cristiana vivido con seriedad e interés puede ser el medio para conseguir que nuestra vida no sea inútil ni estéril, de tal modo que vivamos como verdaderos hijos de Dios.
Cada día
- Tener una hora fija para acostarse y para levantarse.
- Ofrecer a Dios la jornada bajo la intercesión de la Virgen María.
- Hacer un rato de oración mental (15 minutos). De preferencia antes de la Misa.
- Asistir a la Santa Misa y recibir la comunión siempre que sea posible.
- Al mediodía: rezar el Angelus (durante el tiempo pascual el Regina Cœli).
- Rezar el Santo Rosario, si es posible en familia.
- Leer durante unos minutos, reposadamente, el Nuevo Testamento o un libro espiritual.
- Antes de acostarse, examinarse brevemente cómo ha ido el día.
- Santificar el trabajo ordinario, haciéndolo bien para gloria de Dios.
Cada semana
- El domingo es el día del Señor. La Santa Misa debe ser el centro de la jornada. Es también un día dedicado especialmente a la familia, el descanso y el propio enriquecimiento espiritual.
- Es muy aconsejable recibir la Comunión los domingos y días de precepto.
Cada mes
- Confesarse, con verdadero arrepentimiento, aunque no haya pecados mortales, para recibir la gracia sacramental.
- Recibir dirección espiritual con un sacerdote docto, prudente y experimentado.
- Día de retiro espiritual: dedicar unas horas a considerar nuestra relación con Dios. En la presencia del Santísimo Sacramento, si fuera posible.
Cada año
Curso de retiro o ejercicios espirituales: dos o tres días en silencio, conversando a solas con Dios, para conseguir una nueva conversión. El alma, como el cuerpo, necesita reponer fuerzas.
En todo momento
- Mantener la presencia de Dios con jaculatorias, comuniones espirituales y actos de amor y reparación.
- Considerar que somos hijos de Dios: tratar de agradarle en todo lo que hacemos, como un niño trata de agradar a su padre.
- Agradecer a Dios todo lo que nos da.
- Hacerlo todo por amor de Dios: purificar nuestra intención con actos de contrición y desagravio por los pecados propios y ajenos.
- Tratar de vivir como nos hubiera gustado haberlo hecho a la hora de la muerte. Así no tendremos miedo a la muerte y moriremos de la misma manera que hayamos vivido.
De La Vida de un Cristiano en Oraciones y Devociones. Usado con permiso: www.theologicalforum.org